Monseñor Manuel Monteiro de Castro, Arzobispo Titular de Benevento, y Nuncio Apostólico de la Santa Sede durante su homilía.

 

 

7 mayo 2007
Homilía del Nuncio Apostólico en la Eucaristía de acción de gracias en la Iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios de Antequera tras la Beatificación de Madre Carmen
«Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti». (San Agustín)
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Ayer, ha sido proclamada beata la Madre Carmen del Niño Jesús, fundadora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones. Hoy, nos hemos congregado alrededor del Altar para darle gracias al Señor por el regalo que nos ha dado en la persona y en la obra de la Beata Madre Carmen del Niño Jesús así como por tenerle ahora como nuestra particular intercesora en el cielo. Me es pues, particularmente grato participar en esta Eucaristía de Acción de Gracias.
Quisiera en este momento saludar con afecto a todos los que nos acompañan: al Emmo y Rvdmo. Sr D. José Saraiva Martins Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, al Excmo. y Rvdmo Sr. D. Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga, a los Excmos Sres. Obispos y a los sacerdotes concelebrantes. Igualmente me complace dirigir un deferente saludo a las Excelentísimas Autoridades. A los religiosos, religiosas, seminaristas a todos los presentes y a cuantos se unen a nuestra celebración por los medios de comunicación, un saludo cariñoso y la bendición de Su Santidad Benedicto XVI a quien tengo el honor de representar en España.

La fiesta de la beatificación de la Madre Carmen del Niño Jesús y los textos litúrgicos que hemos escuchado nos invitan a «dar gracias a Dios, dar testimonio de nuestra fe, realizar el designio de Dios sobre nuestra vida, camino de felicidad.» Veamos el primer tema.

Dar gracias a Dios
Con el salmista hemos proclamado «cada día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre sin fin». El salmista manifiesta su reconocimiento al todopoderoso por los beneficios que le ha concedido. Recuerda particularmente su grandeza, su inmensa bondad, sus proezas, sus obras maravillosas, sus prodigios e invita a dar gracias al Señor, a bendecirle, a proclamar su gloria. «Señor, Dios mío, Te alabaré por siempre». El apóstol S. Pablo ha escrito una carta a los colosenses en la cual, como hemos escuchado, en la primera lectura escribe: «Sobre todo revestíos de la caridad (...) y que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones (...) Y sed agradecidos». El texto del evangelio de hoy, al relatar la curación de diez leprosos muestra que el dolor une y que cuando agradecemos al Señor, recibimos más de lo que pedimos. El dolor, la enfermedad de la lepra, no impedía que un samaritano caminara junto con nueve judíos afectados por la misma dolencia. El samaritano, al agradecer al Señor al curación, recibió un don mayor. Jesús le dice: «Tu fe te ha salvado». El salmista, S. Pablo y el evangelista San Lucas nos conducen a darle gracias a Dios. La beata Madre Carmen del Niño Jesús, que conocía muy bien estos textos, enseñó a sus hijas y a todos nosotros a ser agradecidos. Nos enseñó también a dar testimonio de nuestra fe. Este es el segundo punto de nuestra reflexión.
Desde muy joven la beata Carmen del Niño Jesús, ha escuchado la Palabra de Dios, la ha acogido en su corazón y la ha transmitido dando elocuente testimonio de su fe. El 30 de junio de 1834, nació en esta histórica tierra de Antequera. Recibió el bautismo el día siguiente a su nacimiento. De carácter bondadoso, María del Carmen González Ramos simpática, inteligente, bien preparada para la vida, contrajo matrimonio a los 22 años de edad. Pasados 25 años, quedó viuda y sin hijos. Si antes había procurado conocer los designios de Dios sobre su vida, ahora en estas nuevas circunstancias, lo hizo más intensamente. Se preguntó ¿Qué quieres Dios de mí? ¿Qué debo hacer para corresponder a los designios de Dios, al proyecto de Dios sobre mi vida?
Este es el tercer punto de nuestra meditación. No estoy en este mundo por casualidad. Salí de las manos de Dios. Dios me hizo con un fin. Dios tiene un proyecto para mi vida. Tiene una tarea para mí. Y después de esta búsqueda ardiente por conocer los designios de Dios sobre su vida y una vez superadas las dificultades, aceptó los designios de Dios, aceptó el camino que le era propuesto. Lo acogió, recordando las palabras de la Santísima Virgen: «Hágase en mí según tu palabra». Aceptó su futuro misterioso. Dio fe. Creyó. Se puso en manos de Dios. No es que haya capitulado frente a un enigma, a un absurdo, sino que se ha puesto en las manos de Dios. Pero no sólo buscó conocer los designios de Dios sobre su vida, no sólo aceptó su proyecto, la tarea que se le había presentado, sino que ha sido siempre fiel. Es que es relativamente fácil comprometerse a algo por algún tiempo. Más difícil es asumir responsabilidades para siempre.
Como sabéis del proceso de beatificación y la homilía de ayer del Señor Cardenal Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, la beata Carmen del Niño Jesús ha sido un precioso instrumento en las manos de Dios para fundar la Congregación de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones y para llevar el mensaje del Señor a tantas almas, particularmente a los niños más necesitados.
Queridos hermanos y hermanas, Dios tiene también un proyecto para la vida de cada uno de nosotros. Como la beata Carmen del Niño Jesús, necesitamos dar espacio a Dios en nuestra inteligencia en nuestra voluntad, en nuestro corazón. Dios tiene una tarea para cada uno de nosotros. La desvela, la explica de muchos modos, en el curso de nuestra existencia, cuando niños, jóvenes o menos jóvenes. Debemos procurar conocer ese proyecto, aceptarlo y serle fiel.

«La época que estamos viviendo, con sus propios retos, resulta en cierto modo desconcertante.Tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza y muchos cristianos están sumidos en este estado de ánimo». Escribió el Papa Juan Pablo II. No ser realizan. No encuentran un camino que les llene. No encuentran la felicidad. Es que la verdadera felicidad consiste en la perfecta satisfacción de nuestros deseos y en este mundo nada ni nadie puede satisfacer totalmente nuestros deseos. Queremos siempre más y más y más, sea poder, dinero, placer, arte. Sólo el infinito puede llenarnos. Sólo Dios puede llenar completamente nuestra alma, como hermosamente describió S. Agustín: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti».

Digámosle al Señor
–Que queremos ser fieles hoy y siempre a sus designios sobre nuestra vida y corresponderle lo mejor posible.
–Que queremos ser coherentes entre la fe que profesamos y la vida que llevamos y que nuestra coherencia no sea efímera, sino constante y perseverante.
–Que estamos dispuestos a dar claro testimonio de nuestra condición de católicos «tratando de dar al mundo un suplemento de alma para que se un mundo más humano y fraterno desde el que se mira hacia Dios».
De la mano de nuestra Madre Santísima y por la intersección de la beata Carmen del Niño Jesús haremos el camino que nos conduce a la verdadera felicidad: «Nos has hecho par ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti». Así entendemos mejor la vida, la obra y las siguientes palabras de la beata Carmen del Niño Jesús: «Cuando miro al cielo se acrecientan mis deseos de ir por esos mundos a enseñar a las almas a conocer y a amar a Dios».

Que el Señor les bendiga.
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Antequera, 7 de mayo de 2007
Manuel MONTEIRO DE CASTRO
Nuncio Apostólico