Monseñor Dorado Soto,
Obispo de Málaga.

 

 

6 mayo 2007
Palabras de acogida de Monseñor Dorado Soto, Obispo de Málaga, en la ceremonia de Beatificación de Madre Carmen.
«Aclamad al Señor, tierra entera; tocad en honor de su nombre; cantad himnos a su gloria». Estas palabras con las que comienza la misa del V Domingo de Pascua son la expresión más lograda del acto que celebramos: Un encuentro de oración, de alabanza y de gratitud a Dios.
Padre, por su Hijo Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo. Nos preside, en nombre del Santo Padre, Vuestra Eminencia Reverendísima, Señor Cardenal Saraiva, a quien acogemos fraternalmente y rogamos que haga llegar a Su Santidad el filial afecto y la gratitud de esta Iglesia malagueña. Nos acompañan también los señores Cardenales, numerosos hermanos Obispos y sacerdotes, algunos llegados de lejos, religiosas y religiosos y, los más numerosos, los miembros del Pueblo de Dios que han acudido de diversos lugares del mundo. ¡Qué hermoso que los hermanos se reúnan en torno al Resucitado!
Porque nos ha congregado Jesucristo, el Señor, pero se ha querido servir de una sencilla hija de esta tierra, María del Carmen González Ramos, hoy la Venerable Madre Carmen del Niño Jesús, y dentro de unas horas, Beata Madre Carmen. Nuestra gratitud se dirige especialmente al Espíritu Santo que revistió de amor, de fortaleza, de bondad, de compasión y de entrañas de misericordia a esta mujer nacida y criada entre nosotros. En circunstancias personales difíciles no perdió la confianza en Dios; y durante sus años de matrimonio, fue testigo muy elocuente de una existencia evangélica impregnada de las Bienaventuranzas.
Como mujer del pueblo, dotada de un profundo sentido común y de una honda rebeldía evangélica frente a las situaciones de injusticia y sufrimiento, logró atraer a su esposo al seguimiento de Jesucristo; y, ya viuda, buscó una respuesta más eficaz para el abandono en que se encontraban los más desvalidos de su tiempo: ancianos, enfermos y niños de las familias pobres.
Perteneció a ese tipo de personas que no se contentan con hablar del dolor ajeno ni con llorar o indignarse ante la injusticia y la opresión que hay en nuestro mundo, sino que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, pasó a la acción para realizar todo lo que estaba en sus manos. Y hoy sois vosotras, las queridas Religiosas Franciscanas de los Sagrados Corazones, las que habéis cogido la antorcha de su fe y de su amor a Dios y al hombre. Impulsadas por su carisma y por su intercesión, sois testigos de la misericordia de Dios y de su pasión por el hombre. Vuestra vida y vuestras obras son una proclamación viva del Evangelio que nos salva.
Esto nos impulsa a dar gracias a Dios y a proclamar a nuestro pueblo cristiano que la santidad está al alcance de todos los bautizados, también cuando se ven probados por la cruz. En un mundo que busca su futuro al margen de Dios, queremos proclamar que no existe otro camino que la fe en Jesucristo. Y se lo tenemos que decir con obras y con palabras, como la Madre Carmen.
Es ella, esta hija fiel de la Iglesia de Málaga, la Madre Carmen, quien justifica vuestra presencia entre nosotros en fecha tan señalada, Señores cardenales, Sr. Nuncio Apostólico, señores Obispos, hermanos sacerdotes y miembros todos del Pueblo de Dios. Gracias por vuestra presencia amiga y por vuestra oración.
Y dígale al Santo Padre, Señor Cardenal Saraiva, que la Iglesia de Málaga, tan pródiga en santos a los largo del siglo XX, reza por él cada día, vive en alegre comunión con su persona y le agradece su servicio generoso al Pueblo de Dios; pero de manera especial, su servicio a través de sus frecuentes y fecundas catequesis; y de este acto por el que será proclamada Beata una hija de Antequera.
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Antequera, 6 de mayo de 2007
Antonio DORADO SOTO
Obispo de Málaga